¿Somos razonables ante la pandemia? ¿Aprendemos? ¿Debería haber una actitud coordinada globalmente? ¿Hay una actitud generalizada de postureo ante el Covid, como individuos, gobernantes y sociedad?
Historia
Desde que a comienzos de 2020 se lanzó la alarma sobre un virus de efectos similares a los de la gripe, y en los 8 meses siguientes, se han sucedido suposiciones infundadas, tendenciosas y también malintencionadas.
Los primeros meses, el surgimiento de la pandemia, los efectos devastadores y el confinamiento, han tenido por otra parte una cara horrible que se refleja en los afectados físicamente en diverso grado y fallecidos, y por otra en los intentos desesperados de los sanitarios por resolver un problema sin conocimiento suficiente.
El oportunismo en el suministro de equipos de protección individual, el control de la escasez para beneficio de los manipuladores, y los bulos con fines lucrativos se han ido superponiendo en una escalada vergonzosa, que hace honor al refrán castellano “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
La procedencia
El origen es, como casi siempre, el más ansiado de los enigmas, el más discutido y misterioso.
Por otro lado, se antoja necesario para lograr trazar y analizar su evolución, la posible replicación y su control.
Desconocido el origen, y con más que fundadas dudas sobre la versión al respecto del gobierno chino, probamos a saltarnos el paso y trabajar en las consecuencias y la intervención de contención.
La urgencia suele ser mala consejera, y ante el coronavirus COVID19 también lo ha sido. Correr sin dirección desgasta y no nos deja llegar al destino.
Falso
Por un lado.
Es falso que el contagio se produzca de forma regular, ni siquiera probable, por tocar superficies que podrían estar contaminadas. Ver estudio. Sobre todo, porque el grado de contaminación que debería tener la zona es casi imposible (estaremos de acuerdo en que es más que difícil que 100 personas contagiadas tosan en una misma superficie de una mesa, y así la hagan susceptible de transmisión vírica).
Es también falso que sea necesario el uso de guantes para evitar esa supuesta probabilidad de contagio. El virus no entra por la piel, sino por las mucosas. Si nos llevamos una mano con virus a los ojos, la nariz o cualquier otra zona del cuerpo “abierta” al exterior, el virus va con ella, y puede así hacer contagio, claro. Esto sucede igualmente si nos ponemos guantes o no. El guante no protege. La limpieza en nuestras manos, sí.
Y por otro.
Es mentira que sea un “resfriadiño”, una “gripe” o un “resfriado”. Hay que ser necio para dirigir un país y atreverse a soltar semejantes estupideces. Y no lo neguemos, hay que ser necio para poder elegir gobernante y colocar en el poder a cualquiera de estos mequetrefes. El virus es mucho más grave, potente y transmisible que nada que se conociera hasta la fecha, y sus consecuencias mucho más profundas y variadas.
Errores
La humanidad sufre su propia condición. La oportunidad de una coordinación global se puso en bandeja en una tesitura mejor que la que nunca se había dado.
Todos, iguales ante un virus, enfrentados a encontrar una solución urgentemente, padeciendo directamente los efectos y sin remedio alguno conocido.
Razonablemente debería haberse aprovechado la globalización que ha facilitado la dispersión para ser también la fuente de la resolución. Coordinación, cooperación, generosidad, apoyo, claridad. Razonable.
Error. Política de ocultación, ignorancia de los que gobiernan, afán de medallismo personal, y, de nuevo, ventajismo, es lo que se ha propagado, más rápida y fuertemente que el propio virus. Descoordinación, la madre de la ineficiencia, es lo que se ha producido en una loca carrera todos contra todos para ser el primero en tener un remedio. El PODER por encima del bien común. Doblegar al que no tenga la solución.
De la mano de esta forma de actuar también van los efectos más duros. Residencias de ancianos sin medios, a los que se ha considerado poco más que seres humanos de segunda. Trabajadores de la industria alimenticia que se hacinan en una vida sórdida y con efectos devastadores en la transmisión. Jóvenes inconscientes y caprichosos que no ven más allá del momento y carecen de empatía social, ni siquiera por la prudencia hacia sus círculos más cercanos.
Postureo y razonabilidad
“Me ha fuñigao, hija”. La sentencia de nuestra vecina se hizo famosa.
Fumiga, aplica ozono, radiación ultravioleta, limpia con lejía fachadas, bancos, e incluso alguno, rozando el esperpento, ordenó (y se le hizo caso) aplicarlo sobre la arena de la playa. ¿Algo de todo esto tiene sentido? De nuevo, los esfuerzos mal dirigidos. Agotamiento sin resultado alguno.
Desinfecta los envases y embalajes de los alimentos que se compran, ponte guantes al entrar en un supermercado, lava en agua con lejía lo que ingieres. Si quieres te chutas un poquito, que diría el mandatario de uno de los países más poderosos del mundo. ¿Vale de algo tanta limpieza?
La pandemia rebosa de postureo. Mucho, pero mucho postureo. Yo no llevo mascarilla (que no hace falta), yo me pongo dos y una máscara facial, yo llevo dos pares de guantes, desinfecto el suelo de la casa tres veces al día, lavo la ropa a 90 grados y me echo alcohol sobre las manos cada cuarto de hora, yo no salgo de casa ni a empujones. Postureo.
Razonabilidad
El punto medio, el equilibrio y la sensatez se fueron abriendo paso. Despacio, con idas y venidas, con fallos repetidos, ante la desesperación de los que se dejaron la piel en el empeño de derrotar al enemigo invisible.
Lejos, pero muy lejos de la perfección. Falta camino para ser seres racionales.
La sostenibilidad, de fondo
¿Se puede aprender de una pandemia? Claro que sí.
Hay que vivir. El miedo a contagiarse o contagiar se cebó en los más débiles, inestables e inseguros. Superarlo es crítico. Apuntarse a la vida también es jugársela cada día. Ser sensato es apostar ganador.
El confinamiento dejó una cara muy amable y esperanzadora: reducción de la contaminación, avance de la flora y fauna, evolución, obligada, eso sí, hacia la sostenibilidad.
Cambio de paradigmas
La memoria es débil, pero los hechos son tozudos.
Aprovecharnos de la situación tecnológica y dedicar los esfuerzos a lo que realmente es necesario deja también oportunidades maravillosas para conocernos, disfrutar de la realidad, ser conscientes de los detalles, emplear el tiempo en alimentarse con calma y dejar de comer por rutina, y dedicarse a los que nos necesitan. Ser consciente.
La pandemia nos enseñó que se puede mantener una reunión de trabajo desde tu hogar y los de los otros compañeros. El virus nos ha dejado claro que desde casa podemos hacer la compra. El COVID nos ha mostrado cómo las clases se pueden impartir desde centenares de kilómetros de distancia. La enfermedad nos abre la mente a luchar por la naturaleza y la vida en lugar de correr para llegar a tiempo a la oficina.
Ante la humanidad se abre un cambio de paradigmas. Deseable y puede que alcanzable.